"Prefiero la cruel realidad por encima de la bondadosa mentira que me haga sentir bien"

La verdad

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lunes, 17 de septiembre de 2007

La deteccion de camelos 2

Además de enseñamos qué hacer cuando evaluamos una de­claración de conocimiento, un buen equipo de detección de came­los también debe enseñamos qué no hacer. Nos ayuda a reconocer las falacias más comunes y peligrosas de la lógica y la retórica. Se pueden encontrar muchos buenos ejemplos en religión y política, porque sus practicantes a menudo se ven obligados a justificar dos proposiciones contradictorias. Entre esas falacias se encuentran:

ad hominem: latín «contra el hombre», atacar al que discute y no a su argumentación (p. ej.: El reverendo doctor Smith es un conoci­do fundamentalista de la Biblia, por lo que sus objeciones a la evo­lución no deben tomarse en serio);

argumento de autoridad (p. ej.: El presidente Richard Nixon debería ser reelegido porque tiene un plan secreto para terminar la guerra en el sudeste de Asia... pero, como era secreto, el elec­torado no tenía ninguna manera de evaluar sus méritos; el argu­mento equivalía a confiar en él porque era presidente: craso error, como se vio);

argumento de consecuencias adversas (p. ej.: Debe existir un Dios que dé castigo y recompensa porque, si no, la sociedad sería mucho más ilegal y peligrosa, quizá incluso ingobernable.[1] O: El acusado en un juicio de asesinato con mucha publicidad recibió el veredicto de culpable; en otro caso, habría sido un incentivo para que otros hombres matasen a sus esposas);

llamada a la ignorancia; la declaración de que todo lo que no ha sido demostrado debe ser cierto, y viceversa (es decir: No hay una prueba irresistible de que los ovnis no estén visitando la Tierra; por tanto, los ovnis existen... y hay vida inteligente en todas partes en el universo. O: Puede haber setenta mil millones de otros mun­dos pero, como no se conoce ninguno que tenga el avance moral de la Tierra, seguimos siendo centrales en el universo.) Esta impaciencia con la ambigüedad puede criticarse con la frase: la au­sencia de prueba no es prueba de ausencia;

un argumento especial, a menudo para salvar una proposición en un problema retórico profundo (p. ej.: ¿Cómo puede un Dios com­pasivo condenar al tormento a las generaciones futuras porque, contra sus órdenes, una mujer indujo a un hombre a comerse una manzana? Argumento especial: no entiendes la sutil doctrina del li­bre albedrío. O: ¿ Cómo puede haber un Padre, Hijo y Espíritu San­to igualmente divinos en la misma persona? Argumento especial: no entiendes el misterio divino de la Santísima Trinidad. O: ¿Cómo po­día permitir Dios que los seguidores del judaísmo, cristianismo e is­lam —obligados cada uno a su modo a medidas heroicas de amabi­lidad afectuosa y compasión— perpetraran tanta crueldad durante tanto tiempo? Argumento especial: otra vez, no entiendes el libre albedrío. Y en todo caso, los caminos de Dios son misteriosos);

pedir la pregunta, llamado también asumir la respuesta (p. ej.: Debemos instituir la pena de muerte para desalentar el crimen vio­lento. Pero ¿se reduce la tasa de delitos violentos cuando se impone la pena de muerte? O: El mercado de acciones sufrió ayer una caí­da debido a un ajuste técnico y la retirada de beneficios por los in­versores... pero ¿hay alguna prueba independiente del papel causal del «ajuste» y retirada de beneficios; nos ha enseñado algo esta ex­plicación implícita?);

selección de la observación, llamada también enumeración de circunstancias favorables o, como lo describió Francis Bacon, con­tar los aciertos y olvidar los fallos[2] (p. ej.: Un Estado se jacta de los presidentes que ha tenido, pero no dice nada de sus asesinos en serie);

estadísticas de números pequeños, pariente cercano de la selec­ción de la observación (p. ej.: «Dicen que una de cada cinco perso­nas es china. ¿Cómo es posible? Yo conozco cientos de personas" y ninguna de ellas es china. Suyo sinceramente.» O: He sacado tres sietes seguidos. Esta noche no puedo perder»);

incomprensión de la naturaleza de la estadística (p. ej.: El presi­dente Dwight Eisenhower expresa asombro y alarma al descubrir que la mitad de los americanos tienen una inteligencia por debajo de la media);

inconsistencia (p. ej.: Prepararse con toda prudencia para lo peor de que sea capaz un adversario militar potencial, pero ignorar las proyecciones científicas en peligros medioambientales para aho­rrar porque no están «demostrados». O atribuir el descenso de la es­peranza de vida en la antigua Unión Soviética a los defectos del co­munismo hace muchos años; pero no atribuir nunca la alta tasa de mortalidad infantil de Estados Unidos (ahora la más alta de las prin­cipales naciones industriales) a los defectos del capitalismo. O con­siderar razonable que el universo siga existiendo siempre en el fu­turo, pero juzgar absurda la posibilidad de que tenga una duración infinita hacia el pasado);

non sequitur: «no sigue», en latín (p. ej.: Nuestra nación prevale­cerá porque Dios es grande. Pero casi todas las naciones pretenden que eso es cierto; la formulación alemana era: «Gott mit uns»), A menudo, los que caen en la falacia non sequitur es simplemente que no han reconocido posibilidades alternativas;

post hoc, ergo propter hoc: en latín, «después de esto, luego a consecuencia de esto» (p. ej.: Jaime Cardinal, arzobispo de Manila:

«Conozco... a una mujer de veintiséis años que parece tener sesen­ta porque toma pildoras {anticonceptivas}.» O: Cuando las mujeres no votaban, no había armas nucleares);

pregunta sin sentido (p. ej.: ¿Qué ocurre cuando una fuerza irre­sistible choca con un objeto inamovible? Pero si existe algo así como una fuerza irresistible no puede haber objetos inamovibles, y viceversa);

exclusión del medio o falsa dicotomía: considerar sólo los dos ex­tremos en un continuo de posibilidades intermedias (p. ej.: «Sí, cla­ro, ponte de su parte; mi marido es perfecto; yo siempre me equi­voco.» O: «El que no quiere a su país lo odia.» O: «Si no eres parte de la solución, eres parte del problema»);

corto plazo contra largo plazo: un subgrupo de la exclusión del medio, pero tan importante que lo he destacado para prestarle aten­ción especial (p. ej.: No podemos emprender programas para ali­mentar a los niños desnutridos y educar a los preescolares. Se ne­cesita tratar con urgencia el crimen en las calles. O: ¿Por qué explorar el espacio o seguir la ciencia fundamental cuando tene­mos un déficit de presupuesto tan enorme?);

terreno resbaladizo, relacionado con la exclusión del medio (p. ej.:

Si permitimos el aborto en las primeras semanas de embarazo, será imposible impedir la muerte de un bebé formado. O al contrario: Si el Estado nos prohíbe abortar aunque sea en el noveno mes, pron­to nos empezará a decir lo que tenemos que hacer con nuestro cuerpo en el momento de la concepción);

confusión de correlación y causa (p. ej.: Una encuesta muestra que hay más homosexuales entre los licenciados universitarios que entre los de menor educación; en consecuencia, la educación hace homosexual a la gente. O: Los terremotos andinos están correla­cionados con aproximaciones más cercanas del planeta Urano; en consecuencia —a pesar de la ausencia de una correlación así para el planeta más cercano y más imponente, Júpiter—, lo segundo causa lo primero[3]

hombre de paja: caricaturizar una postura para facilitar el ataque (p. ej.: Los científicos suponen que los seres vivos se formaron jun­tos por casualidad, una formulación que ignora deliberadamente la principal idea darwiniana: que la naturaleza avanza conservando lo que funciona y descartando lo que no. O, y eso también es una falacia a largo/corto plazo, los defensores del medio ambiente se preocupan más por los caracoles y los buhos moteados que por las personas);

prueba suprimida, o media verdad (p. ej.: Aparece en televisión una «profecía» sorprendentemente precisa y ampliamente citada del in­tento de asesinato del presidente Reagan, pero —detalle importan­te— ¿fue grabada antes o después del acontecimiento? O: Estos abu­sos del gobierno exigen una revolución, aunque sea imposible hacer una tortilla sin romper antes los huevos. Sí, pero ¿en esta revolución morirá más gente que con el régimen anterior? ¿Qué sugiere la expe­riencia de otras revoluciones? ¿Son deseables y en interés del pueblo todas las revoluciones contra regímenes opresivos?

palabras equívocas (p. ej.: La separación de poderes de la Consti­tución de Estados Unidos especifica que este país no puede entrar en guerra sin una declaración del Congreso. Por otro lado, los pre­sidentes tienen el control de la política exterior y la dirección de las guerras, que son herramientas potencialmente poderosas para con­seguir la reelección. Los presidentes de cualquier partido político podrían verse tentados por tanto a disponer guerras mientras levan­tan la bandera y llaman a las guerras otra cosa: «acciones de policía», «incursiones armadas», «golpes reactivos de protección», «pacificación», «salvaguarda de los intereses americanos», y una gran variedad de «operaciones», como las de la «Operación Causa Justa». Los eufemismos para la guerra forman parte de una gran clase de reinvenciones del lenguaje con fines políticos. Talleyrand dijo: «Un arte importante de los políticos es encontrar nombres nuevos para instituciones que bajo sus nombres viejos se han hecho odiosas al pueblo»).

Conocer la existencia de esas falacias retóricas y lógicas completa nuestra caja de herramientas. Como todas las herramien­tas, el equipo de detección de camelos puede usarse mal, aplicarse fuera de contexto o incluso emplearse rutinariamente como alterna­tiva al pensamiento. Pero, si se aplica con juicio, puede marcar toda la diferencia del mundo, y nos ayuda a evaluar nuestros propios ar­gumentos antes de presentarlos a otros.



[1] Una formulación más cínica del historiador romano Polibio:

Como las masas del pueblo son inconstantes, plagadas de deseos desen­frenados e indiferentes a las consecuencias, se las debe llenar de terror para man­tener el orden. Los antiguos hicieron bien, por tanto, en inventar los dioses y la creencia en el castigo después de la muerte.

[2] Mi ejemplo favorito es esta historia que se contaba del físico italiano Enrico Fermi cuando, recién llegado a las costas americanas, se enroló en el «Pro­yecto Manhattan» de armas nucleares y se encontró cara a cara en plena segunda guerra mundial con los almirantes estadounidenses:

Fulano de tal es un gran general, le dijeron. ¿Cuál es la definición de un gran general?, preguntó Fermi corno era típi­co en él.

Se supone que es un general que ha ganado muchas batallas consecu­tivas.

¿Cuántas?

Después de sumar y restar un poco, se fijaron en cinco.

¿Qué fracción de generales americanos son grandes?

Después de sumar y restar un poco más, se fijaron en un pequeño tanto por ciento.

Pero imaginemos, replicó Fermi, que no existe algo así como un gran ge­neral, que todos los ejércitos son iguales y que ganar una batalla es puramente un asunto de posibilidades. Entonces, la posibilidad de ganar una batalla es una de dos, o 1/2, dos batallas 1/4, tres 1/8, cuatro 1/16, y cinco batallas consecutivas 1/32... que es cerca del tres por ciento. Es lógico esperar que un pequeño tanto por ciento de generales americanos venzan en cinco batallas consecutivas, por pura ca­sualidad. Ahora bien, ¿alguno ha ganado diez batallas consecutivas?...

[3] O: Los niños que miran programas de televisión violentos tienden a ser más violentos de mayores. Pero ¿es la televisión lo que causa la violencia, o es que los niños violentos disfrutan preferentemente viendo programas violentos? Es muy probable que los dos enunciados sean verdad. Los defensores comerciales de la violencia en la televisión arguyen que cualquier persona puede distinguir entre televisión y realidad. Pero el promedio actual de los programas infantiles de los sá­bados por la mañana es de veinticinco actos violentos por hora. Cuando menos, eso insensibiliza a los niños pequeños ante la agresión y la crueldad sin ton ni son. Y, si pueden implantarse recuerdos falsos en los cerebros de adultos impresionables, ¿qué estamos implantando en las mentes de nuestros hijos cuando los exponemos a unos cien mil actos de violencia antes de que acaben la escuela elemental?



El mundo y sus demonios, Carl Sagan

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